psicología

Para llegar a comprender como controlar la ira en nosotros mismos, primero debemos entender lo que es. La ira es una emoción negativa que se manifiesta físicamente en nosotros a través de un aumento del ritmo cardiaco, de la presión arterial y de los niveles de adrenalina y noradrenalina en sangre. Así mismo, es común en las personas que sienten ira que se enrojezcan, suden, tensen sus músculos, respiren de forma más rápida y vean aumentada su energía corporal, ya que la ira es una emoción que está relacionada con el impulso agresivo. Estas reacciones corporales serían respuestas que proporciona el cerebro ante una situación dónde nos prepara para atacar o para huir de algún peligro. Por otro lado, cuando sentimos un momento de ira, nuestro estado mental nos vuelve instintivos y adormece nuestra capacidad para razonar.

La ira suele aparecer ante situaciones que percibimos que son una amenaza, por ello está sustentada en sentimientos como el temor, el miedo, la frustración, el cansancio, etc.

Así mismo, señalar que la irascibilidad puede ser también un síntoma propio de estados de ansiedad, agotamiento, depresión, trastornos de la conducta o incluso en fases avanzadas de demencia.

De cualquier modo, ser conscientes de las causas de las reacciones de ira y aprender a gestionar este tipo de emoción es algo esencial para hacernos la vida más fácil. De lo contrario podemos llegar a un estado alto de agresividad con las consecuencias negativas que ello conlleva.

Podemos sentir ira de varias maneras:

  • Acumulación de Ira: Cuando una persona no expresa lo que siente y se guarda sus emociones ante una situación injusta o ante un desacuerdo, tarde o temprano, ocasionará un estallido de gran violencia física o verbal.
  • No conseguir los objetivos marcados: Muchas veces, ante la situación de no haber conseguido los objetivos que nos habíamos propuesto, sentimos una gran frustración para con nosotros mismos. Además si tenemos baja tolerancia a la frustración, eso ayudará a que nuestros niveles de ira sean mayores.
  • Cuando algo no sale como esperaba: Cuando algo depende de los demás y no sale como nosotros habíamos pensado o nos entorpece en nuestro camino, muchos de nosotros solemos reaccionar atacando, es decir, expresamos ira ante los demás por no hacer lo que nosotros haríamos en su lugar.
  • Cuando tenemos falta de sueño: El descanso es esencial en cualquier persona, y el hecho de no dormir lo suficiente y con calidad puede provocar reacciones altas de ira.

Algunos ejemplos de diversas situaciones donde nos podemos reconocer a nosotros mismos sintiendo ira:

  • En el coche, cuando vamos conduciendo e insultando a otros conductores por acciones que ellos hacen y que tu consideras que no son correctas.
  • Cuando sufres insomnio y todo el mundo te dice lo que debes hacer.
  • Cuando tienes algún compañero de trabajo que no hace la parte que le corresponde y o no le pasa nada o te perjudica a ti.
  • Aficionados lanzando objetos al árbitro en un partido de fútbol.
  • Cuando un niño se enfada cuando sus padres le prohiben algo.
  • Una persona que rompe cosas cuando se enfada.
  • Una mujer/hombre que golpea al amante de su pareja.
  • Cuando los vecinos hacen mucho ruido y te molesta todo.
  • ¿Podrías poner, querido lector, algunos ejemplos más en los comentarios de este post?

Por ello, tomar conciencia de las causas que nos llevan a un estado de ira es un gran paso para avanzar hacia una buena gestión de nuestros enfados. Para ello, aprender a controlar la ira pasa por aprender a racionalizar algunas emociones e impulsos irracionales y relativizar las reacciones que nos produzcan algunos eventos de la vida.

Uno de los factores claves en el manejo de la ira es el autocontrol, pero también podemos ayudarnos a nosotros mismos, previniéndola con algunas de estas estrategias que podemos implementar para nuestro día a día:

1. Hacer una reflexión sobre las causas y las consecuencias de nuestra irascibilidad.

Pensar en ello, analizar y valorar si nuestra reacción emocional es realmente justificada nos puede ayudar.

2. Aprender a no acumular ira sino gestionarla adecuadamente.

Es importante afrontar los problemas con asertividad y control, para no dejar que la bola del enfado vaya creciendo por momentos.

3. Evitar la mentalidad de ganador/perdedor.

 En estos casos, la empatía es el rasgo distintivo entre aquellos que saben gestionar la frustración, controlar la ira y aceptar las contrariedades con deportividad.

4. Descansar lo suficiente.

Cuando estamos agotados física o mentalmente, nuestras reacciones de ira y los impulsos agresivos son más frecuentes y tenemos menos herramientas para gestionarlos.

5. Relajación y meditación.

La relajación a través de la practica de algún deporte, del yoga o mindfulness, de tomarnos un tiempo de relax para nosotros, es la mejor manera de prevenir los ataques de ira.

De hecho, en los momentos concretos en que detectamos que podemos tener una reacción de ira, es una buena idea tratar de respirar profunda y lentamente durante por lo menos veinte segundos: esto hará que nuestro cuerpo se desintoxique de la negatividad y la irascibilidad que sentimos.

6. Terapia con un psicólogo.

Como siempre digo en todos mis post, cuando tienes un problema que no logras manejar porque te falta las herramientas adecuadas para ello, lo mejor que se puede hacer es buscar la ayuda de un profesional, que podrá brindarte una serie de pautas para aprender a manejar dichas situaciones hostiles y además te ayudará a descubrir el porqué de tu problema.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *